En La vida es un guión, Isabel Coixet reconoce en el último capítulo que siempre había ejercido la profesión de cineasta en un estado mental contradictorio: el entusiasmo de rodar y la desazón de la certeza de que las películas no cambian el mundo ni hacen la existencia más llevadera. Sin embargo, Mi vida sin mí le enseñó que no era así. “Como en tantas otras cosas, estaba equivocada”, asegura.
Tras el estreno de esta película su concepción cambió. Se dio cuenta de que las películas pueden reconfortar, ayudar a entender las cosas que pasan, a “descifrar el denso ladrillo de la vida cotidiana”, a vivir.
Pone el ejemplo de una chica de unos 17 años que un día se le acercó y le dio las gracias por haberle ayudado a entender los silencios de su padre, que había fallecido dos años atrás. Para finalizar el libro, agradece a todas esas personas que muestran su gratitud por haber hecho una película tan especial, a todos los que le escriben contándole “historias personales, emocionantes, historias que nacen, que salen, que convergen en la película", cuya autoría ya no le pertenece, porque ya es una especie de ente compartido por los que la hicieron y los que la ven y la sienten suya… Por haberle devuelto la fe en el poder de la ficción como espejo de lo que desearíamos que fuera real.
1 comentario:
¿se sabe ya la fecha de estreno de Mapa de los sonidos de Tokio?
http://miorejaizquierda.blogspot.com/
Publicar un comentario