miércoles, 7 de enero de 2009

Tristeza optimista


Isabel Coixet se basó en un relato de Nancy Kincaid, Pretending the bed is a Raft, para escribir el guión de Mi vida sin mí. "Me interesaba saber por qué esta mujer mantiene el secreto de que va a morir". Ann, que vive en una caravana con su marido y sus dos hijas, hace un voto de silencio y decide pasar su tormento sin decírselo a nadie. "La fuerza de Ann está en el silencio. La muerte es un sentimiento que siempre llevas muy adentro", sostiene Coixet, "y ella prefiere morir con su secreto. Me gustan los secretos, nos evitan tener compasión por los demás".

La película está repleta de pequeños detalles que le imprimen el sello de Coixet. "Todos imaginamos cosas cuando estamos, por ejemplo, en un supermercado", declaró en Berlín, refiriéndose a la secuencia musical de la película. Y prosigue Coixet: "la aparición del hombre que hace música con las copas es casi autobiográfica. Había visto a uno en Praga, en Barcelona, en todas partes, y llegué a pensar que me seguía. Por eso lo incorporé a la historia". También es relevante el momento en el que el doctor le comunica el resultado de las pruebas a Ann y ésta le pide un caramelo de jengibre en una de las escenas principales y más conmovedoras del film.

En Mi vida sin mí están presentes muchos de los escenarios de Cosas que nunca te dije, como las lavanderías, los supermercados o días lluviosos y fríos en el interior de un coche. Pero Mi vida sin mí está hecha con más sabiduría cinematográfica, con mejor guión y con emociones más intensas; respira una tristeza viva que resulta optimista, a pesar de enmarcarse en una atmósfera asfixiante.


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