martes, 31 de marzo de 2009

Pequeñas dosis de humor



Sarah Polley está acostumbrada a dar vida a personajes que lo pasan realmente mal. La actriz canadiense acompañó a Isabel Coixet a Copenhague, donde tiene su sede el Consejo Internacional de Rehabilitación para las Víctimas de la Tortura (IRCT) para poder dar forma a Hanna, la protagonista del film.


“La Vida Secreta de las palabras” guarda un mensaje comprometido en su parte final. Esta película te invita a pensar sobre una de las cosas más tremendas que suceden en el mundo: las guerras y sus consecuencias. Y lo hace a través de una historia poderosa, personajes entrañables y un final esperanzador.


Pero no todo es trágico en esta película. Javier Cámara interpreta al cocinero de la plataforma petrolífera donde transcurre la historia, quien escapa de su día a día con sentido del humor y platos exquisitos que sus compañeros no saben apreciar. En detalles así se aprecia que Isabel siempre rocía sus películas con pequeñas dosis de su sentido del humor. Ella misma lo reconoce, es muy pesimista, pero tiene sentido del humor. Y eso se plasma en todas sus obras.


Imagen: elcine.ws

sábado, 28 de marzo de 2009

Un universo ajeno al mundo




“La vida secreta de las palabras” es un intimista melodrama que habla sobre la imposibilidad de huir del pasado. Sobre el silencio repentino que se produce antes de las tormentas.


Tim Robbins, con su Oscar todavía reciente por “Mystic River”, demuestra una vez más que es un grandísimo actor. Pero la gran estrella de esta película es Sarah Polley, que realiza una interpretación conmovedora, más intensa si cabe que en “Mi vida sin mí”.


Como en films anteriores, Isabel Coixet prefirió rodar el film en inglés y en el extranjero. Casi toda la acción transcurre en una plataforma petrolífera, aislada en medio del mar. Los protagonistas viven en un universo ajeno al mundo cotidiano, de acuerdo a unas normas estrictas que hacen posible la convivencia en un lugar tan inhóspito y lleno de peligro. Coixet decidió ambientar allí su historia porque hace 14 años estuvo en una plataforma en Chile. Desde entonces, imaginaba constantemente crear historias que pudieran pasar en un lugar tan fascinante como aquel, donde el ruido de las olas es la única compañía y el cielo parece desplomarse cuando hay tormenta.


viernes, 27 de marzo de 2009

Palabras perdidas en el silencio




Hace tres años se estrenaba “La vida secreta de las palabras”, un film que hace que valga la pena seguir yendo al cine y continuar pensando que todavía es posible encontrar películas tan interesantes como conmovedoras.


Tan áspera como tierna, Coixet cuenta una historia repleta de contrastes, en la que descubre al espectador lo bello que puede ser acariciar un cuerpo lleno de cicatrices, y que esas cicatrices son menos dolorosas que las que se llevan en el alma. La película habla de esas palabras perdidas que durante mucho tiempo vagan en el silencio y un día empiezan a salir… y entonces ya nada puede pararlas…


La protagonista, Sarah Polley, es una víctima de la guerra de los Balcanes. Su mirada ha perdido el brillo y su mutismo denota el sufrimiento que le impide sonreír. El protagonista, Tim Robbins, también tiene un pasado y un presente que le tiene postrado en una cama, con una ceguera y unas quemaduras que sólo alivian calmantes y minutos de conversación con ella. Él se defiende con las palabras; ella con el silencio.


Ya lo comentó Coixet en alguna entrevista. Lo único que le queda a una persona que sobrevive a algo terrible es que alguien le quiera.


Imagen: rionegro.com

domingo, 22 de marzo de 2009

Bastille


Es uno de los 18 cortos que conforman “París, je t’aime” y lleva sutilmente escrito en cada segundo el nombre de Coixet.


Coixet cuenta algo sencillo a través de una voz en off en un tiempo breve: un hombre queda con su esposa en un restaurante antes de huir con su amante. Su esposa, que lleva un simbólico abrigo rojo, antes de que su marido pueda comunicárselo, comienza a llorar porque tiene una enfermedad terminal. Muy Coixet. También llevan su firma escenas como en la que Leonor Watling (en quien confía una vez más, al igual que en Javier Cámara) se desmaya de repente en un parking subterráneo. Ese tono tragicómico con el que Isabel nos sorprende en los momentos más inesperados.


Hay una frase que resume la esencia de la historia: “Y comportándome como un hombre enamorado volví a ser un hombre enamorado”. Es inevitable que al final al espectador le resulte conmovedor mirar de nuevo el abrigo rojo de un traseúnte cualquiera que se pierde entre la multitud de una gran avenida parisina.


Vídeo: youtube.com


viernes, 20 de marzo de 2009

Pesimismo existencial




Es indiscutible la calidad técnica de todas las películas de Isabel Coixet. Estéticamente, Elegy es una película preciosa que goza de una belleza estilística asombrosa. La magnífica fotografía de Jean Claude Laurrieu, cuya importancia se ve reforzada en el film por el gusto por la fotografía que muestra Kepesh, se adecua a los tonos claroscuros, melancólicos y pesimistas característicos de Coixet, logrando momentos de una gran intensidad. Este ambiente de pesimismo existencial va acompañado por largos planos silenciosos en los que se concede todo el peso del significado a la fotografía, piezas de piano melancólico de fondo de Eric Satie y un ambiente lluvioso. La fotografía es el aspecto más cuidado en su búsqueda de atmósferas cerradas y asfixiantes, en las que parece que falta el aire a los personajes.

Sin embargo, la química entre los dos protagonistas, Ben Kingsley y Penélope Cruz, se mantiene a años luz en comparación con la que logran otras parejas de otras películas de Coixet, como la de Tim Robbins y Sarah Polley en La vida secreta de las palabras o la de Mark Ruffalo y Sarah Polley en Mi vida sin mí. Tal vez porque en estas películas Isabel creó el guión y disponía de total libertad para establecer y transmitir unas relaciones que ella misma había creado. Coixet tiene un gran mundo interior y sus películas únicamente emocionarán a la audiencia si las historias salen de su puño y letra.

jueves, 12 de marzo de 2009

Sello hollywoodiense


Elegy es una mezcla del sello de Isabel Coixet y el hollywoodiense, lo que hace que se hunda el barco de las emociones a las que la cineasta catalana nos tenía acostumbrados. Su melodramático y previsible final puede defraudar a sus más fieles seguidores.


El aspecto en el que resulta más notorio este sello de Hollywood es en el título del film. “Elegy fue el nombre que escogieron los productores porque creyeron que el título original de la novela, El animal moribundo, era demasiado heavy”, según declaró Isabel Coixet en una entrevista publicada en la entrega del mes de abril de 2008 de la revista Fotogramas. Elegy es un nombre más comercial, pero no del todo malo. Al fin y al cabo, la historia contada es una elegía del tiempo que ha pasado volando. Por circunstancias diferentes, ambos protagonistas expresan su arrepentimiento por lo que hicieron y lo que dejaron sin hacer.


Pero, sin duda, estoy seguro de que muchos de los seguidores de Coixet nos alarmamos y sentimos defraudados cuando supimos que ‘Pe’ era una de las protagonistas de la película. Hay que reconocer que Penélope Cruz hace un buen trabajo en el film. A mí me sorprendió su actuación, al menos comparándola con otras (¿recordáis Jamón, Jamón?) ¿Qué tiene que ver ‘Pe’ con la increíble Sarah Polley? Nada.
Imagen: All movie

martes, 10 de marzo de 2009

"¿Yo qué soy para ti?"


“¿Yo qué soy para ti?”, pregunta Consuela Castillo (Penélope Cruz) a David Kepesh (Ben Kingsley). David casi balbucea delante de ella. No sabe qué decir, cómo expresar lo que siente. Su mirada se convierte en la de un niño. Envejecer no implica necesariamente madurar. Eso es lo que transmite Coixet en esta escena que contiene la esencia de la historia. Elegy demuestra que la edad es sólo una cifra, porque un hombre de 60 años puede comportarse igual que un crío de 17 y ser igual de torpe que él, y una mujer treinta años más joven puede demostrar una madurez de la que el otro carece.

La parte más dolorosa de la película, y a la vez en la que el film de Isabel Coixet se lo juega todo, tiene lugar cuando Consuela vuelve a David dos años después y le pide que le haga una última fotografía. La última fotografía en la que quedará grabada para siempre su belleza. Penélope Cruz mira al objetivo de la cámara del profesor en un instante excepcionalmente emotivo. En ese plano está todo el sentido y la esencia de Elegy.

Elegy, sin duda, está impregnada del estilo de Isabel Coixet. Sigue teniendo la misma visión trascendente del mundo, pero, sin embargo, este film no respira el mismo aire fresco ni la misma intensidad emocional que los anteriores. Y es que es la primera vez que Coixet no firma el guión, y que éste no es original, lo que ha valido muchas críticas a la directora.

Imagen: La Butaca

sábado, 7 de marzo de 2009

Elegy



El 18 de abril de 2008 se estrenaba Elegy, la adaptación de El animal moribundo, novela de Philip Roth. Se trata de su primer film en Hollywood y de su primera obra de encargo, que tiene como protagonistas a Ben Kingsley y a Penélope Cruz. A pesar de que el guión no era de Isabel Coixet (lo firma Nicholas Meyer), hay algo que la cineasta se llevó consigo en la mochila al rodaje: su punto de vista.


Destaca especialmente la magistral interpretación de Ben Kingsley, que tiene el don de transmitir humanidad, miedo, angustia y ternura con una sola mirada. El trabajo realizado por Penélope Cruz también es digno de alabanza. Jamás había estado tan guapa y tierna ante la cámara, ni siquiera en La niña de tus ojos (Fernando Trueba, 1998).


Isabel Coixet trata en este film temas universales y trascendentales, como el miedo a querer, la soledad, la muerte, el temor al paso del tiempo y la enfermedad, y todo ello a través de una tortuosa historia de amor. Como es habitual en las películas de Coixet, el espectador juega el papel de confesor de un protagonista, David Kepesh (Ben Kingsley), quien reflexiona sobre el paso del tiempo, la necesidad de aprovechamiento del mismo y la importancia de ir más allá de la belleza en la valoración de la compañía.


lunes, 2 de marzo de 2009

"Hay lugares que encierran de una manera especial los momentos que hemos vivido en ellos"



A los que aman es una tragedia interpretada y diseñada de tal forma que en todo momento da la sensación de estar entre el público de una obra de teatro. A mí me recordó mucho a El piano (Jane Campion, 1993).

Sin embargo, esta vez hay que ser críticos con Isabel. A los que aman en ocasiones parece más una sucesión de imágenes de un spot publicitario que una historia con un hilo argumental sólido y con gancho. La película trata un tema muy delicado y triste a la vez, y comprendo que haya quien considere que roza lo cursi o ñoño, sobre todo en ciertas escenas protagonizadas por Olalla Moreno, en las que quizás dramatice en exceso.

No obstante, en la película se palpa el trabajo de una gran directora en el modo de cuidar cada plano y secuencia con una sensibilidad pasmosa. Coixet rodó en localizaciones de una Galicia de ensueño y la música y la fotografía irradian belleza y melancolía. Las escenas interiores son muy oscuras y las exteriores están inundadas en luz, llenas de vegetación, árboles frondosos, ríos y, sobre todo, nubes blancas. Todo ello envuelve a la película en una aureola de poesía.

Con respecto a los lugares en los que se rodó el film, parece que Coixet quiso aludir a su belleza en esta frase dicha por Olalla Moreno: “Hay lugares que encierran de una manera especial los momentos que hemos vivido en ellos…. Y cuando regresamos ahí están, listos para ser revividos, intactos…”

Así termina la película:

Hay nubes como velos de cristal y nubes pesadas como castillos.
Nubes que nos recuerdan la cara del ser que amamos, y nubes con rostros que no queremos recordar.
Siempre viví mirando al cielo y nunca encontré dos nubes idénticas. Así quiero morir, mirando las nubes y buscando la pregunta a una respuesta que no conozco.


domingo, 1 de marzo de 2009

A los que aman


Dicen que a través de las palabras el dolor se hace más tangible; que podemos mirarlo como a una criatura oscura, tanto más ajena a nosotros cuanto más cerca la sentimos. Pero yo siempre he creído que el dolor que no encuentra palabras para ser expresado es el más cruel, el más hondo, el más injusto.

Así comienza A los que aman, el tercer largometraje de Isabel Coixet. Se estrenó en 1998 y a su directora le bastaron siete personajes en una colina para desarrollar la acción. Julio Núñez, Patxi Freytez, Olalla Moreno, Mónica Bellucci, Christopher Thompson y Amanda García componen el reparto de esta historia de amores y desamores, de silencios, nostalgia, inocencia y, cómo no… de las cosas que nunca se dicen.

"Pasé mi vida amando a una mujer que amaba a otro que no la amaba a ella, sino a otra, de la que nunca supo si le correspondía". Esta es una de las frases que sintetiza el argumento del largometraje. Porque en la historia que cuenta, ninguno de los personajes, por más vueltas y vueltas que da, vive una situación en la que se mire sinceramente a los ojos con otro; todos miran hacia otras personas que a su vez están mirando a otras. A los que aman traza el mapa sentimental de un grupo de personajes de la nobleza rural de la Galicia del siglo XVIII.
Vídeo: youtube